top of page

Golpe tras golpe


Los días a veces se tornan indiferentes para quienes no creemos vivir en agresiones, temores, miedo a repercusiones por ciertas acciones u opiniones, aun creemos ser libres a consta de los que sí lo sufren. Para muchas personas su hogar es un campo de batalla, la calle un sitio de miradas activas a juzgar, las escuelas o colegios una prisión donde se olvidó al niño como persona y se la fijo como un objetivo a reglamentar, esos días se vuelve descolorida, fríos, insípidos, sin sentido ¿Pero que hacemos ? Al cruzar el portón de nuestra casa rivalizamos nuestra manera de actuar y la realidad establecida, una verdad de la que ya somos parte porque la mayoría de personas de las que está conformada esta sociedad son de grandes espectadores. Debemos enfrentarla pero la insensibilidad y el miedo también están dentro de nosotros, hemos perdido el valor de actuar y creemos que dejó de ser de nuestra incumbencia, nos convertimos en terceras personas, tomamos impersonalmente la realidad frente a una injusticia, no queremos involucrarnos, creemos saber que todo puede ser pensado y racionalizado sin conocer aún nada, tenemos la justificación exacta a nuestra falta de acción o mejor dicho tenemos un miedo monumental a la reacción de otras persona. El observador perfecto que siempre aporta a la violencia.

La vida es pensar para los demás, sentir mi provecho en la otra persona, hacer valer su libertad como la mía, pero queremos asfixiar el ejercicio de nuestra libertad buscando un beneficio para todo, hombres a fines y no a valores. Si bien ya es un mundo “generalmente individualizado” nos volcamos a olvidarnos de los principios del hombre en la familia, en la sociedad, en la educación.

La violencia física es la más fácil de percibirla pero hay una que tiene un trasfondo mucho más fuerte, es un golpe directo a la persona, no visible pero imposible de ocultar. Existen hoy en día nuevas formas de violencia que siguen permitiendo un mundo de coacción. Nuestra violencia es suponer que la otra persona es una idiota por pensar o creer distinto, que vivirá en el error por siempre y soy yo quien tiene la razón, nuestra violencia es no escuchar, nuestra violencia es creernos superiores, nuestra violencia es mantener a todos en la ignorancia, nuestra violencia es querer reafirmar nuestras ideologías anulando la de los demás, nuestra violencia es creernos sumisos frente al injusto, ser tomados como locos por pedir un mundo mejor, nuestra violencia es naturalizar los actos agresivos como una forma de corrección. El hombre violento refleja el vacío de las palabras, la estrechez del pensamiento, la anulación del sentido.

Algo sobre una escuela:

En la escuela hay que saber escuchar, ser atento y bien intencionado pero ahora de adultos entendemos que esas reglas nunca fueron para nosotros, hoy por hoy es el profesor quien debe callar y conocer a sus estudiantes. ¡Silencio! ¡Vuelve a tu puesto!

A los niños hay que escucharlos y desarrollar sus pasiones innatas de la forma más adecuada, para poder contestar sus preguntas individuales, su sentido en el mundo, crear pensamientos futuros, hombres que puedan sobrellevar lo que les espera la vida, que aprendan a preguntar y que todos quienes lo rodeen se permitan escuchar.

Son muchos los profesores que exigen el termino autoridad antes que la de profesor, se fijan en la calificación obtenida y no el medio personal, crean seres donde el fin justifica los medios, es por eso que no todos tienen la gran virtud de ser educadores quienes deben enseñar con el corazón y dejar de lado su soberbia que es una de las características muy comunes en “profesores”. Se presentan como Doctores, Abogados, casi Ingenieros olvidando que siempre fueron SEÑORES y más aún que ellos alguna vez también fueron estudiantes, muchos despersonalizan al niño por una calificación, y esto es más claro en los colegios, dejamos de tener nombres y empezamos la competencia, algunos son 3 otros siempre serán 9, pero ninguno sabrá enfrentar un problema de la vida cotidiana nadie sale aprendiendo que es mejor una derrota justa que una victoria robada

“… Él tiene que aprender que no todos los hombres son justos, no todos son verdaderos, pero por favor decirle que para cada villano hay un héroe, que para cada egoísta también hay un líder dedicado.

Enséñele que para cada enemigo, allí también habrá un amigo. Enséñele que es mejor obtener una moneda ganada con el sudor de su frente que una moneda robada.

Enséñele a perder, pero también para aprender a disfrutar de la victoria. Háblale de la envidia y sácalo de ella, dale a conocer la profunda alegría de la sonrisa silenciosa, y a maravillarse de los libros, pero deja que el también aprenda con el cielo, las flores en el campo, montañas y valles.

Enséñele a creer en si mismo, incluso si esta solo enfrente de todo el mundo. Enséñele a ser suave con los gentiles y ser duro con los duros, enséñele a no entrar en un tren, solo por que los otros entraron.

Enséñele a escuchar a todos, pero a la hora de la verdad decidir solo, enseñarle a reír cuando este triste y explíquele que a veces los hombres también lloran.

Enséñele a ignorar las multitudes que claman sangre y a luchar solo contra todo el mundo, si piensa que es justo.

Trátelo bien pero no lo mime, ya que solo en la prueba de fuego se sabe que acero es real, Déjelo tener el coraje de ser impaciente y a tener coraje con paciencia. Se que pido mucho, pero vea lo que puede hacer, querido profesor”

Abraham Lincoln, 1830

Es así cuando el educador es indispensable, es él quien buscara estabilizar esos dos mundos donde el niño cree no encontrar relación.

El primer paso esta en nosotros, exijamos una educación pública de calidad pidiendo excelentes profesores, dando méritos a los buenos y denunciando a los malos. Seamos parte de la nueva sociedad donde el niño no tenga miedo al profesor y pueda desarrollarse intelectualmente de la forma mas correcta.


Entradas destacadas
Entradas recientes
bottom of page