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El quinto balcón


Eran las seis de la tarde y la lluvia empezó como un picazón helado en los nudillos de M. quien automáticamente cerro su abrigo y lo ajusto hasta el cuello, estiro su mano hacia el bolsillo izquierdo, saco un cigarrillo y se lo puso en la boca, le dio tres grandes bocanada frente al encendedor y toda esa gran cantidad de humo que trago recorrió todo su sistema sanguíneo haciéndolo sentir tranquilo, coloco una mano dentro de su bolsillo para jugar con la llave y camino a lo largo de la calle principal para encontrarse con Otilia, el lugar de encuentro era en uno de los parques de la ciudad cerca del monumento central, pero mientras más se acercaba el cielo se volvia cada vez más oscuro y poco a poco el clima empeoraba, en el trayecto el viento soplo con más fuerza y esas gotas delgadas se convirtieron el gotas grandes y pesadas que chocaban brutalmente contra del piso. En varias ocasiones M. debió detenerse en alguna tienda o pasadizo comercial para tomar aliento, era imposible fumar mientras caminaba por lo que cada vez que se detenía fumaba uno o dos cigarrillos demorándose cinco o siete minutos en cada sitio. Mientras esperaba observo que su reloj aun marcaba las 6:00 PM, de alguna manera las manecillas se detuvieron, dio un vistazo a su alrededor y pregunto sin ninguna delicadeza.

-¿Alguien tiene la hora?

De entre todo ese puñado de personas que se cubrían de la lluvia solamente un hombre pequeño enfundado en un traje oscuro respondió.

– Son las 6: 37…por favor puede apagar el cigarrillo es un lugar muy pequeño y hay niños.

M. lo miró con indiferencia y no respondio, en su cabeza revoloteaba Otilia.

-¿En dónde puede estar?

Salió bruscamente de ese angosto lugar dio unos cuantos pasos y entro a una tienda en donde se habían amontonado mucho más personas que el sitio anterior, su cigarrillo se había desmoronado en sus dedos, sacudió la mano y reviso su teléfono celular, extrañamente también marcaban las 6:00 PM y no registraba algún indicio de Otilia, lanzo una mirada por el cúmulo de gente y tampoco encontró algún rostro que pudiese reconocer.

Al estar cerca del parque la lluvia había cesado dándole tiempo para caminar hacia el punto de encuentro, la costumbre hizo que observara su reloj inútilmente y encendiera un cigarro más.

-Si me hubiese dicho dónde está- Saco su teléfono y la marco, pero fue inservible la tormenta había anulado la señal del celular.

M. dio un gran suspiro y decidió esperar tan solo unos minutos, el viento y las diminutas gotas de lluvia cesaron pero el paisaje se volvió amenazador el cielo contenía una gran fuerza que jamás había visto, las nubes liberaban pequeños destellos eléctricos y M. empezó a sentirse tan diminuto e insignificante frente a tal fuerza natural, si Dios hubiese querido en ese momento saldar cuentas hubiera echado el más insignificante rayo sobre su pecadora cabeza y no sería nada más que una víctima más de Dios.

M. observo a su alrededor y no vio a Otilia pasaron solamente dos o tres minutos desde que empezó a esperar, el cielo crujió fuertemente y alzo la cabeza, pudo sentir como si un gran coloso ocultaba su gigantesco rostro de piedra por entre las nubes, enseguida le dio un nombre, seria Aldebarán como la estrella más grande de la constelación de Tauro, sus inmensos brazos de piedra desmoronarían la iglesia llevándose todo con gran facilidad, sus manos arrancarían edificios y las casa desde sus simientes, sus pies pisotearían a los inocentes con insignificancia para tal poder, todo a su paso sería como una pequeña montaña de arena, la gente huiría atemorizada. Los ojos de M. estaba cristalizados denotaban una especie de locura o estrés… pero…algo interrumpió su pensamiento, una idea más compleja quizá:

-¿Qué pensarían sí podrían escuchar esto? Diría que quiero matarlos a todos. ¿Qué gusto le encontraría a esto otra persona?-Volvió a mirar el teléfono inútilmente, no había ningún registro de Otilia.

Continuo apoyado en la cerca en medio del monumento central del parque, una vez más miro al cielo y busco un ojo violeta que cruzase por los espacios de las nubes pero nada se asomó aunque algo distinto ocurrió, fue un baile de aullidos de la naturaleza los relámpagos resquebrajaron violentamente el cielo e inicio uno de los vientos más fuertes que había sentido, los árboles se inclinaban tanto como sus troncos soportaban, varios pedazos de ramas impactaban a metros fuera del parque, en pocos minutos el suelo se llenó de escombros, pedazos de árboles y basura volaban por todo el aire, los relámpagos empezaron a impactar cerca de M. lo que hizo que volteara rápidamente, a primera vista se encontraba solo como un desquiciado temerario, su rostro denotaba inmunidad o indiferencia, su actitud parecía garantizar que nada le pasaría, y extraordinariamente ni una de esas ramas que volaban por todos lados había tocado el cuerpo de M. después empezó a caer una pequeña cantidad de gotas muy finas y largas que traspasaron los hilos de su abrigo, eran como hormigas de patas heladas que caminaban por la espalda de M. pero tal sensación no duro mucho, era el inicio de un cataclismo climático, el cielo se abrió y descargo todo su poder, las nubes no dejaban de amontonarse y mezclarse estaban preparadas para lanzar un único y letal ataque, las ventanas vibraban, las pocas personas fuera del parque empezaron a correr, solamente una minúscula cantidad se quedó protegida debajo de los edificios con las bocas abiertas, nadie en la ciudad había presenciado una tormenta de tal magnitud pero para M. lo único que le cruzaba por la cabeza era el nombre de Otilia, ya no vendría, tomo un taxi y le dijo al chofer que le lleve a la calle (…).

SEGUNDA PARTE

Posiblemente ella decidió abandonarme, Otilia un nombre poco común en una ciudad de Andreas y Gabrielas, que día preciso para irse, pensándolo mejor su actitud es correcta no fui muy romántico, nada nuevo puede salir después de tantos años pero aunque no hayamos sido como Marco Antonio y Cleopatra de alguna forma encontramos amor en los dos, de algún modo me conectaba con ella y creía que le gustaba, al menos eso pensé, en los últimos días no compartíamos más que adivinanzas y sarcasmos que terminaron en gritos pausados por silencios reveladores, todo expuesto antes de dormir, yo ya no podía conseguir el sueño y ella dormía con más tranquilidad como una niña, las discusiones eran en las noches, en los días pasaba somnoliento y ella libre y alejada, iba y venía, en las mañana debía soportar sus esfuerzos por hacerme reír, y sonreía aunque no quisiese, me hablaba de cosas insignificantes y yo fingía atención, ella reía y revoloteaba las manos, hablaba de sus amigas del café y sus matrimonios fracasados, lo peor venia al salir yo era su hombre ideal, ella me amaba y yo debía responder con un Te amo , así ahorrábamos algunas noches de discusiones pero en fin ella entendió que lo mío ya no era más amor.

Que hombre extraño y ajeno en el me convertí, se marchó porque en vez de abrazarla le leías libros abstractos, porque en vez de decirle buenos días y darle un beso salías con prisa dejando tu taza de café caliente y a ella sentada mirándote encender el auto, porque en vez de decir lo que sentías mencionabas innumerables frases hermosas para que te dejara en paz, porque jamás dijiste lo que sentías, porque olvidaste el color de sus ojos cuando te besaba y el calor de sus brazos después de un día largo y difícil, por eso y más tonterías tuyas esto finalizo como una fuga, además te empezaste a sentir autosuficiente que ella dejo de ser necesaria en tu vida, ahora es el momento preciso para probar tal título “autosuficiencia”. Parece que siempre estuvo a punto de irse pero se quedó esperando algo que nunca volvería en mí, recuerdo que hace una década ella no decía nada le gustaba escucharme en la tranquilidad del silencio, mis te amos mis temores y mis sueños. Solo sus ojos y sus manos hablaban…Y eso bastaba para las dos, sus brazos solo me apretaban y tenía miedo de perderla ahora algo cambio, lo siento, pero no puedo forzar más al corazón.

Encontré una servilleta escrita con pintalabios rojo en el suelo “me llevo mis cosas” ¿Entienden que significan sus cosas? Creo que yo sí: mi espejo, mi cama, mi televisor, mi mesita de luz, mis libros… Parece que esto se aclaró, y ella uso por fin su nombre, quizá no me entiendan este instante, pero para explicarlo mejor, en la tercera cita ella confesó el significado de su nombre Otilia: dueña de muchos bienes.

Me dejo todo lo que no pudo salir por la puerta, es decir las paredes y el trabajo, al regresar después de pasar por las innumerables miradas enjuiciantes de los vecinos uno de ellos me devolvió un martillo que le abrían quitado de las manos cuando pretendía llevarse pedazos de pared, parece que describo a un monstruo pero sucedió, el amor la estrangulo y no la culpo. Reconozco que cuando supe que se fue me sentí aliviado y hasta feliz, pero no duro mucho hasta que la nostalgia entro en mi cuerpo, pensé en lo que éramos y en lo que nos convertimos, en como pasamos tanto tiempo consumiéndonos y como ninguno de los dos se armaba de valor para ponerle fin a todo hasta ahora.

TERCERA PARTE

Una vez leí en la pared del vecindario

“Si crees que no le importas a nadie, intenta no pagar tus facturas durante dos meses y veras.”

Mi profesión consistía en vender Biblias en los cementerio o cualquier sitio en donde la gente cristiana se sintiese mal, pero últimamente todos estaban contentos consigo mismos excepto yo, pero no por ello consumiría mi mercancía, en fin eran malos tiempos hasta para el mismo cielo, con cien dólares por Biblia ¿quién vive ahora? La fe no es tan rentable como se supone.

Respecto a Otilia el problema va en que el amor ha desaparecido y una vez más no se puede forzar al corazón.

CUARTA PARTE

(Hay un rastro de necesidad pero vilmente orgullosa. Es posible que con el tiempo una criatura como él se comprima y se reduzca en sí misma, que se sienta sucio, mugriento e humillado, ofendido, que lance palabras en bostezos, es posible que se dé cuesta peo sea demasiado tarde.)

A M. le empezó hacer falta Otilia, había pasado un año y se dio cuenta que era más necesaria de lo que creyó, todas las noches antes de acostarse daba largas caminatas para despejar la cabeza y relajarse para así poder dormir, M. ahora fumaba cada vez mas e intento iniciar una vida común y corriente, quería ser un otro como cualquier persona que camina por la calle principal del barrio, pero dentro de él iniciaba un desenlace largo de hipótesis e ideas de su regreso.

-Todo era cuestión de tiempo, ella regresará.

Pasaron tres semanas mas, cuando se dio cuenta de que no podía disfrutar de un buen chiste y reír sin preocupación como los demás, lo que antes era tan normal le llego hacer insignificante e innecesario, mirar las luciérnagas bailar brillantes sobre los arbustos no fueron más apreciadas que la más ridícula de las moscas golpeándose contra la ventana de la cocina, antes sentía creatividad, certeza, realidad, antes crecía un ser consiente en todo lo que le rodeaba pero ella se fue y perdió, Otilia se fue con una risita y el gano una cicatriz torcida en la boca.

Quinta Parte

La vida iba mal para M. cosas diminutas hicieron que deteste todo, en si fue un error que creyó ser minúsculo pero aquello inicio una reacción en cadena indefinida , un error tras otro, su temperamento cambio, sus ideas eran penosas y hasta vergonzosas, no era buena compañía para nadie, los problemas entraban como salpicaduras en su cabeza y no se podían limpiar, la compañía de las personas le apretaban la garganta y se le cerraban las ideas, sentía en su ropa el olor a muerto, estaba desesperado, necesitaba algo nuevo para huir del recuerdo que le perseguía , a veces cuando ya no podía disimular regresaba con prisa a casa, se lanzaba al piso y se quedaba profundamente sumergido en recuerdos, miraba un espacio vacío de la habitación para después darse cuenta que ya había anochecido y perdió toda una la tarde de trabajo. Tenía cien cajas en la habitación llenas de Biblias cubiertas de pelusas y polvo, algunas estaban carcomidas por la humedad muchas inservibles.

M. perdió la comunicación con la gente, todos los días estaba lleno de pequeñas situaciones que lo llenaban de ira y desembocaban en dolores intensos de cabeza. Una vez se permitió tontamente sustituir a Otilia, se obligó, no tenía más que cambiar sus labios y falsificar los suyos, mentirse y plagiar, ser una parodia de los dos, cambiar el perfume de Otilia por el de un perfume ajeno pero necesario, cuando miro a aquella mujer desnuda frente a él atesorar el poco dinero que le dio en un cajita mal pintada se dio cuenta que el valor y la sensibilidad se fue, ahora tenía un síntoma llamado “Lobo estepario” se transformó en un hombre callado, tímido, profundo en las palabras, miedoso, melancólico, triste, rabiosos, agresivo hasta algo ridículo e infantil, debía combatir toda la depresión que cruzaba en ese instante pero esa noche no pudo hacer más que mirar los tobillos gruesos de la prostituta de veintiséis años y arrancarse el cabello con las manos, desnudo se sentó al filo de la cama y pidió que se retirara empujándola, pasaron pocos minutos abrió la puerta de la habitación y sintió estar muerto frente a todos, su pudor se esfumo, parecía estar enfermo y ser repulsivo para todos, fue desplazado por las miradas altivas a una esquina de la habitación en donde paso toda la noche desnudo con su vaso de brandy escuchando hablar mal de él como si no contaran con su presencia.

SEXTA PARTE

(La última vez una niña de vestido azul lo distinguió después de perseguirlo un par de cuadras, ella dijo que daba pasos largos y grandes bocanadas a su cigarrillo al mismo tiempo que se movía incontrolable agitando los brazos pidiendo algo a Dios.)

Después de poco tiempo escapo de la sociedad, empezó a dormir pocas horas y a no comer nada, prefería fumar sentarse en el balcón y mirar a la gente cruzar apresurada como hormigas. Cuando su cuerpo se puso débil y la habitación se llenó de manchas de cenizas, M. a adquirió totalmente una apariencia sombría y deprimente. Llevaba un traje oscuro, caminaba ensimismado en pensamientos moviendo los brazos por todos lados, parecía un animal enjaulado, debajo de sus ojos se extendían ojeras largas y arrugadas que le dieron una expresión de duelo eterno.

"Es tarde. Sin embargo yo daría

todos los juramentos y las lluvias,

las paredes con insultos y mimos,

las ventanas de invierno, el mar a veces,

por no tener corazón en mí,

tu corazón inevitable y doloroso

en mí que estoy enteramente solo

sobreviviéndote."

SÉPTIMA Y ÚLTIMA PARTE

Una noche en una tormenta eléctrica al caer las gotas más pesadas una criatura se posó en el balcón y toco tres veces el vidrio de la puerta, M. quien se había envuelto en las cobijas se desenfundo con lentitud, giro la cabeza y lanzo con una extraña sonrisa, no podía creerlo, ahí estaba , parecía un ángel, tenía cabello largo, vestimentas sueltas y blancas, a primera vista era de rostro claro y de mediana estatura, su figura delgada era especial, sin duda procedía de otro mundo, bellísimo ser de los cielos, ¡por fin!, cuando creyó que era su final fue respondido con un milagro, cuando más lo necesitaba ¡llego¡ volvería a ser feliz y todo regresaría a como era antes, discutiría sus problemas, lo aconsejaría , recuperaría a Otilia y con ello su personalidad, su trabajo, su familia, sus amigos todo lo que ya había perdido, esta era su última carta enviada del cielo por sus innumerables rezos.

( La sonrisa de M. con una mueca lo decía todo, hasta parecía que lo anticipo.)

El ángel se mantenía inmóvil detrás de la ventana con una parte del cuerpo oculta por la vertical de la pared, no daba ningún movimiento, parecía paciente y su rostro continuaba inexpresivo y sereno, M. lo viio con más detenimiento y parecía llevar una máscara, ahora sumamente áspera, rocosa cortada por innumerables pliegues y líneas profundas alrededor de los ojos y boca, su rostro tenía una tonalidad pálida y desgastada. De toda esa figura se distinguían círculos perfectos como sus ojos y dentro se movían puntos diminutos que brillaban intensamente hacia M. sin bajar la mirada.

M. desespero por lo que opto en levantarse pero inmediatamente fue interrumpido por un movimiento muy suave y apagado del ángel, el ser movió su cuerpo para pegar la cara al vidrio, después situó un dedo a la altura del pecho para tocar ligeramente el vidrio sin hacerlo sonar. M. miraba como ese cabello blanquecino se regaba por todas partes, ya no podía esperar más, se mojó los labios lentamente y dijo :

-Ven, pasa. Ven por aquí. Te esperaba.

Al instante que M. movió su mano para que pase, el ser dio dos pasos hacia atrás, subió al barandal y se columpio infantilmente durante unos segundos después hizo dos figuras extrañas con sus manos, una la apunto al cielo y otra a la tierra como pidiendo un favor a algo o alguien, después inclino la cabeza endemoniadamente a uno de sus hombros y se impulsó suavemente del barandal echándose de espaldas hacia abajo acompañado de un pequeño chillido de júbilo que M. no entendio. M. corrió hasta el balcón, cruzó la puerta y miro como continuaba cayendo envuelto en sus ropas blancas para impactar finalmente contra el piso, ahora reposaba con las manos extendidas a los costados y el pecho destrozado, sus vestimentas se volvieron rojas y su cabello estaba bañado en lo que parecía ser sangre. Para M. termino toda esperanza, allí terminaba su milagro y allí moría el también, una extraño sentimiento se apodero de su alma, ¡estaba destrozado! ¿Qué ocurrió? ¿Quién puede burlarse de él de esa manera tan cruel? Nunca creyó que eso pueda pasar. Todo se derrumbó, todo se fue abajo, esta vez no quedaba absolutamente nada para él, M. estaba desorientado, muerto, distraído, le tambaleaba el cuerpo y venían las nauseas. Cuando se dispuso a ir a la habitación diviso que alguien dormía en el suelo en donde él hace unos minutos estaba acostado, M. toco tres veces el ventanal , la criatura que lloraba giro la cabeza y lo observo de tal manera que parecía estarlo esperando, lo observo como si fuese un ángel salvador, tal criatura tenía ojos inmensos, rojos e irritados, pómulos pronunciados y nariz respingada, labios extremadamente finos y lisos acompañándose de una sonrisita burlona, cuando intento volver a tocar el ventanal su cuerpo se petrifico, el error y la tempestad entraron, agujereando sus fuerzas, ¿Era lo que parecía? ¿Es posible que él se mire a sí mismo? M. lo apunto con el dedo pegado al vidrio, la criatura que lo seguía con la mirada dijo:

Ven, pasa .Ven por aquí. Te esperaba.

Cuando M. miró que en sí mismo estaba la esperanza opto por continuar el ciclo, acepto su destino, como si cumpliese un manual dio los dos pasos hacia atrás, con alegría se subió al barandal y se observó pacientemente por última vez como había hecho aquel ángel hace unos minutos, por último cuando estaba listo, se impulsó débilmente, pero ya con el cuerpo en el aire vio como Otilia abría la puerta con dos maletas rojas y un hermoso moño en su cabello rojizo. Lo único que pudo hacer es lanzar un chillido de victoria, un chillido de júbilo por que ella regreso, esa fue su despedida.


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